Puebla y sus pueblos mágicos

ZACATLÁN

Disfruta la magia de la naturaleza, su arquitectura, su gastronomía y de sus tradiciones.

Encaramado a lo más alto de la Barranca de los Jilgueros, Zacatlán se rodea de bosques cubiertos de niebla, fértiles campos sembrados de árboles frutales y valles donde las rocas desafían a la gravedad. Un Pueblo Mágico de sobria belleza, alejado de ostentación, orgulloso de su herencia.

Junto al antiguo convento Franciscano, un San Pablo indígena acompaña a San Pedro mientras la gente pasea por amplios jardines y concurridos portales. Alrededor: las grandes casonas de antaño con sus ventanas enrejadas y cuidados balcones, puertas de grandes aldabas, fachadas que compiten en encanto y protectores aleros.

Gris cantera, rojo y blanco, madera y fierro. El agradable paseo culmina en una plazuela, sentados en una terraza soleada tomando la exquisita sidra. El pueblo donde parece que el tiempo se detuvo observa, sin embargo, atento el paso de las horas.

Honran la tradición relojera de este pintoresco Pueblo Mágico el gran reloj floral en la plaza y los autómatas en la fachada de Centenario. Con las últimas campanadas, la niebla vuelve a envolverlo todo en un aura mágica y en las noches de fiesta la gran plaza se transforma en un espectáculo de danzas, música y pirotecnia.

Visitar Zacatlán en los meses de julio a octubre permitirá disfrutar de su agridulce producción frutícola conformada por diversas variedades de ciruelos, peras y principalmente manzanas, estas últimas han permitido celebrar desde 1941 la gran feria de la manzana.

 

ATLIXCO

atlixco

Mil colores en movimiento. Flores, manantiales y danzas ancestrales bajo el volcán.

Atlixco, la ciudad de las flores. En las faldas del Popo, la ciudad aparece rodeada de un vergel de todos los colores, campos de flores que llegan a perderse en el horizonte. Las flores lo inundan todo, son parte de lo cotidiano. Antes del Día Muertos, el paisaje se tiñe del anaranjado. Durante esta fiesta, son las calles de Atlixco las que aparecen cubiertas de alfombras de cempasúchil y crisantemos. El Viernes Santo los engrillados caminan sobre caminos de flores. Y la música y danzas del Huey Atlixcayotl honran a Quetzalcóatl y Xochipilli, el dios de la música, las artes, el amor, la belleza…y las flores.

Es la Xochicihuatl o mujer flor quien reina sobre esta celebración ancestral.

Atlixco presume de disfrutar del mejor clima del mundo. En las laderas del volcán, rigen manantiales de aguas medicinales, balnearios, quebradas y espectaculares vistas de las fumarolas del Popo.

En estas fértiles tierras se asentaron los españoles, que construyeron templos de bellas cúpulas e imponentes conventos, que aparecen más hermosos que nunca cuando Atlixco, por Navidad, se convierte en La Villa Iluminada.

HUAUCHINANGO

huauchinango

Naturaleza sin fin en la Sierra Norte

A escasas 2 horas de la Ciudad de México el viajero encuentra un auténtico paraíso natural en Huauchinango. Este pequeño pueblo, de fuerte sabor serrano, al igual que Tenango de las Flores, invita a la desconexión del frenesí diario. El centro del pueblo mantiene su encanto colonial, con un colorido Zócalo presidido por el Palacio Municipal colonial.

Rodeado de altos cerros, surcado por ríos que descienden en profundas barrancas formando cascadas, Huauchinango es un lugar ideal para el turismo de naturaleza y la aventura más extrema.

De hecho, aquí se han celebrado eventos como el Raid Adventure o el Extreme Tour.

Si no necesitas soltar adrenalina puedes disfrutar del espectáculo natural de la presa Necaxa, que refleja los cerros que la contienen. Los aficionados a la pesca tienen aquí un importante destino, y pueden disfrutar de su afición en lugares como .

Orquídeas y azaleas son protagonistas de la Feria de las Flores de Tenango, que se celebra en honor al Señor del Santo Entierro y que llena las calles de esta localidad de perfume, huapango y danzas.

CHOLULA

cholula

Talavera, el arte indígena y el encuentro de dos mundos

Si Puebla es ciudad de españoles, Cholula es su contrapunto indígena. Habitada durante miles de años, Cholula -en realidad dos ciudades, San Pedro y San Andrés- se construye sobre la ciudad preshipánica, un gran centro ceremonial con siglos de tradición.

Pensó Hernán Cortés, al ver la cantidad de teocalis, que se podría orar en un templo distinto cada día del año. Santuarios prehispánicos, arcos mudéjares, cúpulas barrocas, conventos-fortaleza y la inagotable creatividad indígena conviven en la explosión espiritual y artística que es Cholula.

Murales en la pirámide, frescos de jaguares en el atrio del

convento, mil almas ascendiendo al cielo bajo la mirada benigna de María. El artista indígena, el tlacuilo, continuó deslumbrando con su obra durante siglos.

Y siguiendo con la tradición artística, Cholula es también Talavera. Aquí se concentran las fábricas que continúan produciendo estas auténticas obras de arte según el proceso tradicional mezclando arcillas, cociendo en el horno, moldeando las piezas una a una y pintándolas a mano, como antaño. El color inunda patios y fachadas.

Así sigue siendo Cholula, un lugar de tradiciones anclado en dos mundos.